Tercera estación: Madrid, capital de los peatones.

Ya hemos perdido la cuenta de las veces que Totito ha estado en Madrid en los últimos años. Por una razón, por otra, o sin razón alguna, cada dos por tres o tres por cuatro (todavía recuerdo la vez que se tomó como excusa el ensayo de las letras del cuateto “los pastilleros”) se cuela por la capital de los peatones.

Allí todos, perdidos en la multitud y el anonimato del mar de colores grises, somos un peatón, una hormiga, un cangrejoboca más que vamos y venimos sin que a nadie le importe nuestra rumbo y dirección. Allí cualquiera se siente diminuto y a la vez gigante, perdido y solo a la vez que ahogado en la corriente de gente corriente que corre.
Todas sus estancias en esa estación son iguales y distintas, diferentes pero parecidas, cotidianas dentro de lo especial. Y ésta para no ser menos tuvo de todo un poco.

Mencanta como refleja Antonio Lopez en sus cuadros todas esas sensaciones que me despiertan la ciudad capitalina. Me gustó ver sus cuadros en el Reina Sofia, dónde la fui a visitar de nuevo Guernika. El día anterior la obligada visita al Prado, redescibriendo Goya, y el día posterior al Thissen, que manera más bonita de gastarse los millones.

Gran Vía, Puerta del Sol, El Retiro, Plaza Mayor, Malasaña, Chueca, los leones del Congreso, Atocha, Paseo del Prado, Neptuno, Cibeles, Palacio y Teatro Real, Vallekas... un auténtico recorrido madrileño en él que no faltó la creación carnavalesca, la buen comida y la bebida de siempre, un buen concierto (LHR en Fuencarral, toda una grata sorpresa) y un injusto empaté del auténtico submarino amarillo.

Pero lo mejor como siempre, la compañia. La acogida a los viajeros fue fantastica e inmejorable.

Gracias a mis hermanos, al reiterativo Busano Kalandraca y al imposturero Misionero, por estar en todas las estaciones de este pequeño viejero.